Con un sonido predeciblemente setentero, el proyecto de
Richie Kotzen, Mike Portnoy y Billie Shehaan distribuye de forma irregular el peso de sus respectivas influencias.
Me explico,..... este disco suena muchísimo a Kotzen, algo a Shehaan
(sobretodo en puntuales arranques técnicos del dios del bajo) y
absolutamente nada a Portnoy.Sabiendo que Portnoy es un grandísimo fan de
The Beatles mi ilusión era encontrarme cierto tanto por ciento en la mezcla, junto
con el inevitable Soul-Funk-Rock de Kotzen y algo de rock-pop hi-tech
por parte de Shehaan. Si, no? Pues no… Este es un disco 85% Kotzen, 14,9999999% Shehaan y si me
hubieran cambiado a Portnoy por otro batería no me hubiera ni olido la
jugada. Puestos a elegir, prefiero que domine la influencia de Kotzen,
pero me también me hubiera gustado ver algún lado diferente respecto a
sus discos en solitario.Dicho esto, el disco de
The Winery Dogs es totalmente recomendable a cualquier humano con gusto por el Rock bien hecho y con clase, actitud y técnica a raudales.Desde la ya conocida Elevate, la sombra de Hendrix planea sobre este redondo y, sumando a esto un
estribillo cristalino que se eleva sobre los obsesivos licks de Kotzen,
tenemos una fórmula ganadora.Formula que se repite en Desire (muy cerca del autoplagio del Help Me de Kotzen) y Six Feet Deeper aunque sin llegar a abusar de ella.Encontramos también temas más complejos como We Are One o The Other Side en los que el bajo de Shehaan lleva la voz cantante y que dan cierta
profundidad al disco que agradecerán los que esperaban un álbum Hi-Tech.
Eso sí, que todo el mundo quede avisado que aquí la técnica esta
siempre supeditada a la canción, y si bien se puede disparar en solos
puntuales (tremendo el solo en We Are One, uno de los pocos momentos que
Kotzen cambia de registro) esto nunca se convierte en una Jam de desfogue rompededo
.
Quizá la mayor sorpresa me la he llevado con las baladas, You Saved Me, un tema meláncolico con una intro especialmente Harem Scarem’esca, Damaged y The Dying las más prototípicas Kotzen en su mejor vena de soul intimista y Regret, un maravilla con sonido hippie (ese Hammond) y esos tonos agridulces que Kotzen borda tan y tan bien…Este es un disco que a primera escucha corre mucho riesgo de hacerse repetitivo y
sobretodo de no aportar nada nuevo a la escena, pero sería injusto
calificarlo de álbum de segundas en la discografía de Kotzen. Hay
momentos de genialidad, como no podría ser de otra maneras con los
monstruos implicados, simplemente estos no son ni de lejos la mayoría y
sabe en cierta manera a ocasión perdida de descubrir algo nuevo y
excitante.